¿Cómo has podido tú, animal hembra, mujer mía, llegar a esa finura, llegar a que yo grite por ti en la orilla de la mar, por ti con sólo tus dos ojos que brillan, verde lago interno con cielo?; ¿cómo tú eres así del cielo, lo que yo he llamado cielo por ti?
¿Cómo del movimiento delicado de tu brazo, tu cuello, tu cintura has ondulado el hilo de mi órbita, hasta hacerme anhelar dar el traspiés que nos tiende en el plano último de la vida?
Juan Ramón Jiménez, De los Ríos que se van
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