Como el frío cortante en los altos montes...





Donde Cook no vio nada, hoy los verdes campos amanecen; ellas, mientras, amenazan con clavárseme, y finalmente, se me clavan.

domingo, 22 de febrero de 2009 Deja tu comentario

Tierra austral

La sirena cantó, esta vez sin voz, pronunciándose lejana ante mí con su silencio. Decía, tantas cosas decía, y sólo recuerdo una: "Ven a mí."
No me miraba, estaba perdida en la nada, en aquel polo alejado de todo resquicio de vida. La roca donde se sentaba estaba en medio de un mar de hielo, que la arropaba ante la fulgurante sospecha de la soledad arreciante, tanto tiempo compañera.
Me miré en el lago, mientras caminaba hacia ella. Mi reflejo era un rostro en el que brillaban dos pupilas, reflexivas sobre campos verdes.
Tanto tiempo esperada... aquella visión, equivalente al preludio de un trueno en tensión y emoción. Y sólo podía quedarme quieta esperando a que me viera y por fin se diera cuenta de que era yo, al menos, la persona que había ido a buscarla, justo desde sus antípodas tanto en coordenadas como en el espacio que comprende un alma.

Una estrella se expande a lo lejos, caída la noche. Ignoro por completo su llanto mezclado entre los astros, silencioso y eterno. La luna me consume la mirada en esa espera ya comprendida. Dos puntos equidistantes, sólo yo puedo verla. La estrella aún brilla, aún brilla, aún brilla... titila evanescente, amenazante incluso, en mis pupilas. "Me voy, me voy" dice, y digo yo entonces, "espero tener compañía, aunque de seguro que te echaré en falta."
Perdido, irrecuperable... la nostalgia se convierte en mi oxígeno, y respiro infinitamente hasta el punto de agotarme en mí misma. Sigo mirando el lago, sin distinguir apenas mi figura consumida por la noche inmortal, y me encuentro estrella estrellada, titilante aún a lo lejos, diciendo...

sábado, 21 de febrero de 2009 3 Comentarios

Carmen Martín Gaite

(España, 1925-2000)
De su ventana a la mía (fragmento)
" Estaba mucho más allá, en ese más allá ilocalizable adonde precisamente ponen proa los ojos de todas las mujeres del mundo cuando miran por una ventana y la convierten en punto de embarque, en andén, en alfombra mágica desde donde se hacen invisibles para fugarse. Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. En todos los claustros, cocinas, estrados y gabinetes de la literatura universal donde viven mujeres existe una ventana fundamental para la narración, de la misma manera que la suele haber también en los cuartos inhóspitos de hotel que pintó Edward Hopper y en las estancias embaldosadas de blanco y negro de los cuadros flamencos. Basta con eso para que se produzca a veces el prodigio: la mujer que leía una carta o que estaba guisando o hablando con una amiga mira de soslayo hacia los cristales, levanta una persiana o un visillo, y de sus ojos entumecidos empiezan a salir enloquecidos, rumbo al horizonte, pájaros en bandada que ningún ornitólogo podrá clasificar, cazar ningún arquero ni acariciar ningún enamorado y que levantan vuelo hacia el reino inconcreto del que sólo se sabe que está lejos. "
Carmen Martín Gaite

martes, 17 de febrero de 2009 Deja tu comentario

l'arctique



Allí, hace mucho frío.

"[...] she spoke with a voice that disrupted the sky. She said,"Walk on over, to this bit of shade and I will wrap you in my arms..." "

And you'll be safe.

But she forgot her voice upside down.

Ici c'est très froid et tes bras sont très lointain.

domingo, 15 de febrero de 2009 Deja tu comentario

Cuando tocaba aquellas teclas nevaba. Y es que nunca había dejado de hacerlo. El sueño se apoderaba de mis párpados queriéndoles hacer caer cada vez más abajo, pese a la ingente cantidad de café que me vibraba por dentro.Y es que escuchar aquellas teclas sonar era querer dormir, siempre.
Imaginaba lo gélido de afuera derretirse en el interior de una casa, donde el fuego ardía lo suficientemente lejos como para no quemarse, y lo bastante cerca como para querer hacerlo.
Mis lágrimas cayeron en lo hondo de aquel pozo aparentemente sin fondo que, hacía tiempo, ya no estaba donde solía. Antes, miraba dentro y no había nada, perdiéndome allí lejos hasta que llegaba en mi rescate y me sacaba de allí. Nada. ¿Oyes? no había nada. Y tampoco nadie para sacarme de aquel lugar de envergadura cambiante.
Abrí los ojos, las teclas habían cesado su melodía muerta. Me miraba, como preguntándome porqué no podíamos. Nos miramos sin respuesta, mas reconociendo lo mismo. El sol había salido y, el pelo, parecía naranja bajo aquella luz, hecha para iluminar cosas marchitas. Afuera ya no hacía frío, las nubes alconchadas flotaban trayendo olores del ayer a la estancia que se clavaban como punzadas aguijonadas, llenas de dolor y ponzoña, de esa que mata despacio, según van pasando los años. Pero al mirarlas y respirar dejó de importarnos. Aquel pozo ya no estaba. Sólo era un recuerdo.
Aquella volvió a la melodía, pero era una que no conocía. Necesitaba tiempo.

jueves, 5 de febrero de 2009 Deja tu comentario

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Photo: Jonah and the whale, Pamplona Bible

Jonah, Pamplona Bible, Navarre 1197. Amiens, Bibliothèque municipale, ms. 108, fol. 146r .