“por caridad hay que destruir el lenguaje” porque el lenguaje no tiene forma, me dijiste, porque el amor no tiene forma; en su asimetría es completamente simétrico, me repetiste, subrayando la idea de lo absoluto en lo parcial, la idea de la caridad en lo deforme, como única solución a la ausencia de sintaxis.
Y así todo, tu discurso era abrumadoramente léxico, abrumadoramente tú o yo, primeras o segundas personas, orden y conflicto; y eso último era lo que a mí me interesaba. Pensaba en el orden de las letras para formar palabras, en el orden de los planetas para pronunciar el ruido. Había también un orden de rostro, una gramaticalidad de los rasgos. Si hay orden todo puede ser aprendido a través de su lógica, me dije. Pero a mí me interesaba el conflicto. Y quise hacer de tu discurso algo conflictivo diciendo tú en vez de decir yo, remontándome a la posición de los planetas, a la medición de un tiempo, de un espacio, de un movimiento. Tenía que haber una manera de narrar la memoria sin registrarla, haciendo una red donde se quedasen los peces, observar el túmulo feroz, la forma de acumularse de las montañas, su corte cuando las cataratas caen y continuas, lo que va por debajo del agua, ahí hay gramaticalidad, pero yo, pero tú, inviertes en desorden.
Y todo esto lo hacíamos con caridad. Nosotras nos reunimos por caridad alrededor del lenguaje para hacerlo incomprensible para devolverlo a la tierra. El lenguaje era absoluto y animal, era por ello incompleto amor y deforme. Los rostros eran agramaticales y no capaces de resolverlos, como fórmulas matemáticas, los rasgos dan otro nombre. Y así, tú y yo nos reunimos por amor pero nos reunimos por su despojo. Y tomamos lo que podía tomarse, y lo reunimos en pequeñas piezas de cerámica, y todo tenía un sobrenombre, como “todo”, como “suma”, como “caridad”. Reconocimos una fuerza mayor que los empujaba a formarse, así como el agua dibujaba siempre las mismas ondas tras el lanzamiento de piedra.
“Por caridad me sentaba a tu lado, porque hoy reconocí que el amor era deforme y, aunque fue tarde, sigo sentada a tu lado porque existe ese orden lineal del tiempo”. Sigo sentada y te pongo música y conversamos y te explico el modo en que las cosas se ordenan y porqué yo sigo sentada aquí y porqué aquí es cualquier sitio pero a la vez un lugar concreto y porqué tú aquí y no afuera y porqué ese orden. Pero no sé explicarte por qué la memoria, por qué no reconoces la jerarquía del rostro. No supe explicártelo entonces, no sé explicártelo ahora. La piedra cae al agua. Tiene sentido. Por caridad el lenguaje se bastaba a sí mismo, y colmaba nuestras necesidades, pero llegado un tiempo se hizo incomprensible y hube de buscar un modo distinto de lanzar la piedra de tocar el agua sin el orden de los acontecimientos, sin acontecimientos, sin agua ni piedra, llegar hasta ti.
El lenguaje perdió caridad con el tiempo, un tiempo inverso y modificado al tomar conciencia de sí mismo, por caridad de sí. Por nosotros hubo destrucción hubo reflejo deforme de la seña; hubo negación de la jerarquía su consecuente pérdida de memoria. Hubo cierto encanto y enorme explosión de alegría, hubo olor de rosa y marchita cómo aguantó la noche, el olor de la hierba no tenía orden lo descubrí y acudí al claro y tú acudiste al claro; una dispersión enorme nos aconteció y nada tenía sentido ni lo necesitaba, porque estábamos renunciados estábamos renunciados y eso tenía sentido
Y así todo, tu discurso era abrumadoramente léxico, abrumadoramente tú o yo, primeras o segundas personas, orden y conflicto; y eso último era lo que a mí me interesaba. Pensaba en el orden de las letras para formar palabras, en el orden de los planetas para pronunciar el ruido. Había también un orden de rostro, una gramaticalidad de los rasgos. Si hay orden todo puede ser aprendido a través de su lógica, me dije. Pero a mí me interesaba el conflicto. Y quise hacer de tu discurso algo conflictivo diciendo tú en vez de decir yo, remontándome a la posición de los planetas, a la medición de un tiempo, de un espacio, de un movimiento. Tenía que haber una manera de narrar la memoria sin registrarla, haciendo una red donde se quedasen los peces, observar el túmulo feroz, la forma de acumularse de las montañas, su corte cuando las cataratas caen y continuas, lo que va por debajo del agua, ahí hay gramaticalidad, pero yo, pero tú, inviertes en desorden.
Y todo esto lo hacíamos con caridad. Nosotras nos reunimos por caridad alrededor del lenguaje para hacerlo incomprensible para devolverlo a la tierra. El lenguaje era absoluto y animal, era por ello incompleto amor y deforme. Los rostros eran agramaticales y no capaces de resolverlos, como fórmulas matemáticas, los rasgos dan otro nombre. Y así, tú y yo nos reunimos por amor pero nos reunimos por su despojo. Y tomamos lo que podía tomarse, y lo reunimos en pequeñas piezas de cerámica, y todo tenía un sobrenombre, como “todo”, como “suma”, como “caridad”. Reconocimos una fuerza mayor que los empujaba a formarse, así como el agua dibujaba siempre las mismas ondas tras el lanzamiento de piedra.
“Por caridad me sentaba a tu lado, porque hoy reconocí que el amor era deforme y, aunque fue tarde, sigo sentada a tu lado porque existe ese orden lineal del tiempo”. Sigo sentada y te pongo música y conversamos y te explico el modo en que las cosas se ordenan y porqué yo sigo sentada aquí y porqué aquí es cualquier sitio pero a la vez un lugar concreto y porqué tú aquí y no afuera y porqué ese orden. Pero no sé explicarte por qué la memoria, por qué no reconoces la jerarquía del rostro. No supe explicártelo entonces, no sé explicártelo ahora. La piedra cae al agua. Tiene sentido. Por caridad el lenguaje se bastaba a sí mismo, y colmaba nuestras necesidades, pero llegado un tiempo se hizo incomprensible y hube de buscar un modo distinto de lanzar la piedra de tocar el agua sin el orden de los acontecimientos, sin acontecimientos, sin agua ni piedra, llegar hasta ti.
El lenguaje perdió caridad con el tiempo, un tiempo inverso y modificado al tomar conciencia de sí mismo, por caridad de sí. Por nosotros hubo destrucción hubo reflejo deforme de la seña; hubo negación de la jerarquía su consecuente pérdida de memoria. Hubo cierto encanto y enorme explosión de alegría, hubo olor de rosa y marchita cómo aguantó la noche, el olor de la hierba no tenía orden lo descubrí y acudí al claro y tú acudiste al claro; una dispersión enorme nos aconteció y nada tenía sentido ni lo necesitaba, porque estábamos renunciados estábamos renunciados y eso tenía sentido
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