El cuerpo yacente olía a putrefacción desde la otra calle, y el alma lloraba al verlo, porque quería un entierro digno para sus muertos.
La procesión adoraba a su señor con la cara cubierta y el falso cadáver en alto. Nadie miró a su izquierda al girar la esquina, nadie vio al mago hacer desaparecer la risa de la cara del niño, cuando con un dedo, le dijo:
-Ahí está tu madre.
domingo, 5 de abril de 2009
Eso: Mago
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