La historia comenzaba de manera abrupta, según me dijeron.
Las palabras se rompieron en su boca, y su garganta se marchitó como lo hacen las pequeñas flores llegado el otoño, dándose cuenta el gentío por su palidez acusada, que se reflejaba intermitente en el espejo retrovisor del mago.


Viraron a la derecha, sortearon con rapidez mortecina la curva y, cadáver y diablo se sintieron por fin en casa.

La elevó por los aires, con aire distinguido de buen caballero de alta alcurnia, y, sin poner ni un sólo dedo sobre sus delicados pétalos ya de flor orquídea, consiguió mantener digna su postura de mujer altiva, que aún conservaba.
Y sus pestañas se besaban apasionadamente en un furibundo sueño en quien sabe dónde.
Duró un segundo. El botón saltó del hojal bajo la presión del dedo. El mago no necesitaba ayuda para eso. La joven tendía un fino hilo de separación entre ambos, sin darse cuenta. Y llegó la magia. El beso cesó y Catulo se lamentó entonces. Lesbia miró a su opresor; destacó en sus pupilas entonces el brillo de quien ha recorrido un largo viaje y reserva sus explicaciones para la soledad siempre acompañante.
Tiempo viró a la derecha, sorteó vivaz la curva y atravesó al mago, quien, rendido, se desplomó impío contra todo pronóstico sobre el cuerpo yacente de su esposa, y sin reparar en los besos violáceos primaverales, embistió con fuerza el cuerpo de aquella a quien llamó su mujer, sin que su secreto, contenido en las pupilas de aquella madonna inmaculada, lograra persuadirle de su oscuro propósito.
Una y otra vez, una y otra vez, el movimiento rítmico, una y otra vez, una y otra vez, una despedida rotunda; sin que su mano la despojara aún del disfraz de la función, sin que para los demás se hubiera cerrado el telón.

miércoles, 1 de abril de 2009

One response to

  1. Claudia says:

    Escudado en su propia labia, Catulo se entrevistó con Cronos, agasajándolo con una labia que recordaba a la lira que tañía Apolo entre musas.
    Se apalabró un armisticio, eterno en la finitud del poeta y caduco en la perpetuidad del dios. Y, entre medias, condiciones caprichosas del estilo de la del beso que despertaría a la Bella durmiente en mitad de un bosque impenetrable.
    Guardaba Cronos un as en la manga, sin embargo. Y es que sólo Lesbia, resucitada de una muerte probable en un pacto involuntario con el diablo, sería maldecida con la bendición que solicitaba el que marcaba el vaivén del amor que profanaba el idilio.

Photo: Jonah and the whale, Pamplona Bible

Jonah, Pamplona Bible, Navarre 1197. Amiens, Bibliothèque municipale, ms. 108, fol. 146r .