La sirena cantó, esta vez sin voz, pronunciándose lejana ante mí con su silencio. Decía, tantas cosas decía, y sólo recuerdo una: "Ven a mí."
No me miraba, estaba perdida en la nada, en aquel polo alejado de todo resquicio de vida. La roca donde se sentaba estaba en medio de un mar de hielo, que la arropaba ante la fulgurante sospecha de la soledad arreciante, tanto tiempo compañera.
Me miré en el lago, mientras caminaba hacia ella. Mi reflejo era un rostro en el que brillaban dos pupilas, reflexivas sobre campos verdes.
Tanto tiempo esperada... aquella visión, equivalente al preludio de un trueno en tensión y emoción. Y sólo podía quedarme quieta esperando a que me viera y por fin se diera cuenta de que era yo, al menos, la persona que había ido a buscarla, justo desde sus antípodas tanto en coordenadas como en el espacio que comprende un alma.
Una estrella se expande a lo lejos, caída la noche. Ignoro por completo su llanto mezclado entre los astros, silencioso y eterno. La luna me consume la mirada en esa espera ya comprendida. Dos puntos equidistantes, sólo yo puedo verla. La estrella aún brilla, aún brilla, aún brilla... titila evanescente, amenazante incluso, en mis pupilas. "Me voy, me voy" dice, y digo yo entonces, "espero tener compañía, aunque de seguro que te echaré en falta."
Perdido, irrecuperable... la nostalgia se convierte en mi oxígeno, y respiro infinitamente hasta el punto de agotarme en mí misma. Sigo mirando el lago, sin distinguir apenas mi figura consumida por la noche inmortal, y me encuentro estrella estrellada, titilante aún a lo lejos, diciendo...
Tierra austral
Publicado por
Portinari
Eso:
Sirenas,
Tierra Austral
sábado, 21 de febrero de 2009
Eso: Sirenas, Tierra Austral
3 responses to Tierra austral
Simplemente... magnífico ^*.*
Gracias Fran :-)
Me encanta el paisaje de ese delicado mundo austral que pintas
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