HOLOCAUST

BIG STAR-HOLOCAUST

Your eyes are almost dead


Cant get out of bed


And you can't sleep




You're sitting down to dress

And you're a mess

You look in the mirror



You look in your eyes

Say you realize



Everybody goes

Leaving those who fall behind

Everybody goes

As far as they can,

They don't just care.



They stood on the stairs

Laughing at your errors

Your mothers dead

She said, don't be afraid.



Your mothers dead

You're on your own

She's in her bed



Everybody goes

Leaving those who fall behind

Everybody goes

As far as they can

They don't just care

You're a wasted face

You're a sad-eyed lie

You're a holocaust.



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domingo, 30 de agosto de 2009 14 Comentarios






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Bucear en cada nota. Mi respiración. Entrecortada la vida. No nos quedará más. Se nos va. De las tres palabras un dolor extraterreno. Todo se nos va. Incluso nosotros, suplicando su maldito regreso. Por favor, por favor. De toda súplica nace mi escorbuto.

miércoles, 26 de agosto de 2009 10 Comentarios

Silencio
Fábula
Edgar Allan Poe
Las crestas montañosas duermen;
los valles, los riscos y las grutas están en silencio.

(ALCMAN 160 (1O), 6461)

—Escúchame — dijo el Demonio, apoyando la mano en mi cabeza—. La región de que hablo es una lúgubre región en Libia, a orillas del río Zaire. Y allá no hay ni calma ni silencio.
Las aguas del río están teñidas de un matiz azafranado y enfermizo, y no fluyen hacia el mar, sino que palpitan por siempre bajo el ojo purpúreo del sol, con un movimiento tumultuoso y convulsivo. A lo largo de muchas millas, a ambos lados del legamoso lecho del río, se tiende un pálido desierto de gigantescos nenúfares. Suspiran entre sí en esa soledad y tienden hacia el cielo sus largos y pálidos cuellos, mientras inclinan a un lado y otro sus cabezas sempiternas. Y un rumor indistinto se levanta de ellos, como el correr del agua subterránea. Y suspiran entre sí.
Pero su reino tiene un límite, el límite de la oscura, horrible, majestuosa floresta. Allí, como las olas en las Hébridas, la maleza se agita continuamente. Pero ningún viento surca el cielo. Y los altos árboles primitivos oscilan eternamente de un lado a otro con un potente resonar. Y de sus altas copas se filtran, gota a gota, rocíos eternos. Y en sus raíces se retuercen, en un inquieto sueño, extrañas flores venenosas. Y en lo alto, con un agudo sonido susurrante, las nubes grises corren por siempre hacia el oeste, hasta rodar en cataratas sobre las ígneas paredes del horizonte. Pero ningún viento surca el cielo. Y en las orillas del río Zaire no hay ni calma ni silencio.
Era de noche y llovía, y al caer era lluvia, pero después de caída era sangre. Y yo estaba en la marisma entre los altos nenúfares, y la lluvia caía en mi cabeza, y los nenúfares suspiraban entre sí en la solemnidad de su desolación.
Y de improviso se levantó la luna a través de la fina niebla espectral y su color era carmesí. Y mis ojos se posaron en una enorme roca gris que se alzaba a la orilla del río, iluminada por la luz de la luna. Y la roca era gris, y espectral, y alta; y la roca era gris. En su faz habla caracteres grabados en la piedra, y yo anduve por la marisma de nenúfares hasta acercarme a la orilla, para leer los caracteres en la piedra. Pero no pude descifrarlos. Y me volvía a la marisma cuando la luna brilló con un rojo más intenso, y al volverme y mirar otra vez hacia la roca y los caracteres vi que los caracteres decían DESOLACION.
Y miré hacia arriba y en lo alto de la roca había un hombre, y me oculté entre los nenúfares para observar lo que hacía aquel hombre. Y el hombre era alto y majestuoso y estaba cubierto desde los hombros a los pies con la toga de la antigua Roma. Y su silueta era indistinta, pero sus facciones eran las facciones de una deidad, porque el palio de la noche, y la luna, y la niebla, y el rocío, habían dejado al descubierto las facciones de su cara. Y su frente era alta y pensativa, y sus ojos brillaban de preocupación; y en las escasas arrugas de sus mejillas leí las fábulas de la tristeza, del cansancio, del disgusto de la humanidad, y el anhelo de estar solo.
Y el hombre se sentó en la roca, apoyó la cabeza en la mano y contempló la desolación. Miró los inquietos matorrales, y los altos árboles primitivos, y más arriba el susurrante cielo, y la luna carmesí. Y yo me mantuve al abrigo de los nenúfares, observando las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad, pero la noche transcurría, y él continuaba sentado en la roca.
Y el hombre distrajo su atención del cielo y miró hacia el melancólico río Zaire y las amarillas, siniestras aguas y las pálidas legiones de nenúfares. Y el hombre escuchó los suspiros de los nenúfares y el murmullo que nacía de ellos. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado en la roca.
Entonces me sumí en las profundidades de la marisma, vadeando a través de la soledad de los nenúfares, y llamé a los hipopótamos que moran entre los pantanos en las profundidades de la marisma. Y los hipopótamos oyeron mi llamada y vinieron con los behemot al pie de la roca y rugieron sonora y terriblemente bajo la luna. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado en la roca.
Entonces maldije los elementos con la maldición del tumulto, y una espantosa tempestad se congregó en el cielo, donde antes no había viento. Y el cielo se tornó lívido con la violencia de la tempestad, y la lluvia azotó la cabeza del hombre, y las aguas del río se desbordaron, y el río atormentado se cubría de espuma, y los nenúfares alzaban clamores, y la floresta se desmoronaba ante el viento, y rodaba el trueno, y caía el rayo, y la roca vacilaba en sus cimientos. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado.
Entonces me encolericé y maldije, con la maldición del silencio, el río y los nenúfares y el viento y la floresta y el cielo y el trueno y los suspiros de los nenúfares. Y quedaron malditos y se callaron. Y la luna cesó de trepar hacia el cielo, y el trueno murió, y el rayo no tuvo ya luz, y las nubes se suspendieron inmóviles, y las aguas bajaron a su nivel y se estacionaron, y los árboles dejaron de balancearse, y los nenúfares ya no suspiraron, y no se oyó más el murmullo que nacía de ellos, ni la menor sombra de sonido en todo el vasto desierto ilimitado. Y miré los caracteres de la roca, y habían cambiado; y los caracteres decían: SILENCIO.
Y mis ojos cayeron sobre el rostro de aquel hombre, y su rostro estaba pálido. Y bruscamente alzó la cabeza, que apoyaba en la mano y, poniéndose de pie en la roca, escuchó. Pero no se oía ninguna voz en todo el vasto desierto ilimitado, y los caracteres sobre la roca decían: SILENCIO. Y el hombre se estremeció y, desviando el rostro, huyó a toda carrera, al punto que cesé de verlo.
Pues bien, hay muy hermosos relatos en los libros de los Magos, en los melancólicos libros de los Magos, encuadernados en hierro. Allí, digo, hay admirables historias del cielo y de la tierra, y del potente mar, y de los Genios que gobiernan el mar, y la tierra, y el majestuoso cielo. También había mucho saber en las palabras que pronunciaban las Sibilas, y santas, santas cosas fueron oídas antaño por las sombrías hojas que temblaban en torno a Dodona. Pero, tan cierto como que Alá vive, digo que la fábula que me contó el Demonio, que se sentaba a mi lado a la sombra de la tumba, es la más asombrosa de todas. Y cuando el Demonio concluyó su historia, se dejó caer en la cavidad de la tumba y rió. Y yo no pude reírme con él, y me maldijo porque no reía. Y el lince que eternamente mora en la tumba salió de ella y se tendió a los pies del Demonio, y lo miró fijamente a la cara.

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Ausencia

lunes, 17 de agosto de 2009 12 Comentarios

Prosa holística

Manuel Álvarez Bravo





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Todo llueve salado; el tiempo se difumina en las nubes del norte, que se pudre con el agua de las lágrimas supuradas por los días. Las frases se me alargan en las tertulias que conciernen mis labios en cada letra, haciéndole el amor al verbo para comprender el misticismo del significado que encierran las casas. La habitación está sin pintar, desde hace casi más de un año. El silencio del padre indica que nos estamos muriendo. Uno en el otro, sin compasión ni ternura. El alarido por la escritura, un grito a ciegas, un laberinto sin Ícaro diventa vacío. VUOTO. Y sólo hay uno que lo echará de menos. Los funambulistas aman sus cuerdas, se financian con y por el Vértigo. Los demás miramos y decimos: también queremos la V. Y sin querer me equivoco en un acento. Lo demás son sorbetes de limón y esperas encadenadas. Quiero un vuelo, digo, quiero un soplo, suspiro, y mi corazón al aspaviento se difumina, y el tiempo diventa negro, negro, negro... en cada una de las estaciones (de ferrocarril). Al tiempo del cañón se ralentizan mis extremidades; rotas, se esparcen sus cenizas por la calzada mugrienta. Y no da Tiempo al Grito. Las rodillas se me incan, y no sé cómo consigo alcanzar la atemporalidad del cielo, donde, allá en el fondo, me esperan todos mis ecos. Ferro-carril. Cañón y cuerpo caído. Las vías me seducen el cuerpo y la sangre me salpica los recuerdos. La idea se evapora en mi lengua. No queda más silencio que la prolongación del sonido.

domingo, 9 de agosto de 2009 10 Comentarios

Busca lo que está escondido


KLIMT

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Fronteras inútiles

un lugar
no digo un espacio
hablo de
qué

hablo de lo que no es
hablo de lo que conozco


no el tiempo
sólo todos los instantes
no el amor
no

no

un lugar de ausencia
un hilo de miserable unión.


Alejandra Pizarnik

sábado, 8 de agosto de 2009 5 Comentarios

Un segundo

Es bien sabido que tras la pausa comienza el montaje.

Eternizar la pausa. Realizarse en el segundo. Último. Después, echar de menos.

Eres mi pausa. El mundo es el movimiento. El daño. Busco la eternización secular en el segundo confinado al olvido. Me manca cada engranaje movido. Quiero un vuelo. Un soplo. Que no haya materia donde me muevo. Porque mi movimiento rasga las paredes de la casa. Porque aquí el verbo no es pequeño. Es mi aire. Yo soy en el verbo. En la pausa, hay anche palabras.

Realizarme en cada nota de una melodía de segundos. De puntos que cosen la herida. En cada oscuridad que forma una imagen, la muerte. Súbita desaparición del color. Y el blanco se come al mundo. Un segundo. Otro. Otro.

El grito de las líneas. Cada verso es pánico. Verdad. Ausencia. Segundo. La muerte en una Sustancia. Tu gravedad y la mía compartidas en el vórtice del vértigo que me consume
Lacera
Hierve
Dentro,

DIETRO LE PAROLE

Un grito, otro, segundos, voces, luces, blanco, explosión inaudita. Morir en el silencio / también hay palabras / una mano, y c a d a s e g u n d o s e f r a g m e n t a s i n s i l e n c i o s

donde
cuando
porque

sin preguntas

Una caída torpe
en cada sílaba.
Exprimir la necesidad de infinitud.


Y la música no se siente
lo suficiente.

domingo, 2 de agosto de 2009 9 Comentarios

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Photo: Jonah and the whale, Pamplona Bible

Jonah, Pamplona Bible, Navarre 1197. Amiens, Bibliothèque municipale, ms. 108, fol. 146r .