No hay nunca, ni siempre entonces, que equivalga a mi ahora. Puede ser que me llame con su rugido de lamentos, puede ser que arranque el cable del teléfono y diga "nunca más". Saldré a la calle, a escuchar como canta Casualidad en la esquina donde orinan los perros; Casualidad me miraría corrompida por mi gesto de caminar sobre cristales amarillos, Casualidad quebraría la última nota de su voz, imperceptible momento, no para aquella que se aleja, para seguir cantando al día de nubes esponjosas.
Las calles resbalarían a lluvia, la vida olería mojada y yo húmeda, recordando aquellos días con sabor a mar. Me seguiría llamando más allá del espacio con su silencio de sal ahogada.
Casualidad canta, y el tiempo se aleja reguero atrás, bailando a romperse.